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¿Qué me Impide Confiar en Dios? - Ese No Soy Yo (7/11)


7. Ese No Soy Yo

Existen momento en que los creyentes caemos en una vida de fingimiento y negación, en donde pretendemos ser quienes en realidad no somos, evitamos enfrentarnos a los problemas, aflicciones y demás situaciones adversas o de dolor. Fingir es negarse a uno mismo, es vivir una vida que no es la nuestra, es negarnos al plan de Dios creyendo que no merecemos lo que nos está sucediendo. Fingir es creeros moralmente buenos delante de los ojos de Dios, negándonos aceptar que somos pecadores y que la paga del pecado es la muerte. Fingir es pretender que todo lo que tenemos es por la fuerza de nuestra voluntad y no por el poder del Espíritu Santo. Fingir, es negar que somos hijos de Dios y desconocer nuestra identidad en Cristo.

Al negarnos y fingir:

a) Pretendemos o creemos que somos buenos b) Hacemos de lo malo, bueno y de la bueno, malo c) Llevamos vidas dobles d) Ocultamos vicios y malos hábitos e) Vivimos en un mundo de apariencias y mentiras f) Culpamos a otros por nuestros propios pecados g) Nos comparamos con otros y nos sentimos superiores h) Obstaculizamos el plan de Dios para nosotros i) Convertimos una travesía de once días en 40 años

Negarnos o vivir una vida fingida es engañarnos y engañar a otros, creyendo que también engañamos a Dios. Solteros que se van a vivir juntas y fingiendo estar casados; personas casadas que pretenden aún ser solteras. Hombres y mujeres imbuidos en el vicio de la droga o el alcohol fingiendo una vida sana y buena. Personas que aparentan un éxito financiero, mientras se ahogan y ahogan a su familia en un mar de deudas (hipotecas, préstamos, tarjetas de crédito, etc.).

“Pero si no soy buena persona”, “ya no soy joven”, “ya no queda tiempo”, “no merezco que Dios se fije en mi”, “si no le hago daño a nadie”, “si ellos o aquellos no son mejores que yo”, “yo puedo controlarlo”, “si me esfuerzo y con voluntad lo puedo lograr”, “no puedo”, “no hice las cosas bien”, “no soy capaz”, “no tengo problemas”, “no he pecado”, “no necesito ayuda”.

Pero el peor de los estados es el de negación espiritual, en donde negamos ser pecadores, nos presumimos “buenos” y nos convencemos, falsamente, que merecemos lo mejor debido a nuestras buenas obras. Nos negamos al amor de Dios, a su gracia y misericordia. Nos negamos a su maravilloso plan y a su buena y perfecta voluntad. Negamos que Dios tiene y quiere lo mejor para nosotros. Negamos nuestra identidad en Cristo. “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad.” (1 Juan 1:8)

La negación es una cadena fuerte que:

a) Nos ata al mundo y a sus aflicciones b) Nos hace olvidar que Cristo venció en la Cruz c) Nos hace rechazar el sacrificio de amor hecho por nuestro Señor. d) Nos desvía del camino de la gracia e) Nos hace presa del mundo y sus engaños f) No hace perder nuestra identidad

Cada vez que la duda pretenda entrar en tu corazón, la negación ronde tu vida, y sientas deseos de renunciar, recuerda que:


a) Eres hijo de Dios (Juan 1:12) b) Has sido justificado (Romanos 5:1) c) Eres uno con Cristo (1 Corintio 6:17) d) Perteneces a Dios (1 Corintios 6:20) e) Tienen línea directa con Dios a través del Espíritu Santo (Efesios 2:18) f) Has sido redimido y perdonado de todos tus pecados (Colosenses 1:14) g) Ya no eres ni serás condenado (Romanos 8:1-2) h) Dios perfeccionara la obra que comenzó en ti (Filipenses 1:6) i) No te fue dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7) j) Eres sal y luz de la tierra (Mateo 5:13-14) k) Fuiste elegido para ser y dar fruto (Juan 15:16) l) Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (Filipenses 4:13)


Finalmente, no olvides que “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Número 23:19)

“El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.” (Romanos 8:16-17)


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