Una realidad que tenemos que aceptar los creyentes es que ser cristiano no es nada fácil. Y es así no porque Dios haya hecho de la vida en comunión con Él un proceso complicado o imposible, sino porque en el preciso momento que aceptamos a Cristo, las huestes malignas son alertadas para que enfilen baterías contra nuestras vidas con el objeto de robar nuestras bendiciones, matar nuestro espíritu y destruir el plan de Dios para nosotros (Juan 10:10).
En su afán por lograr su cometido, el enemigo lanza un ataque frontal contra nuestra fe, y se vale de las argucias y ardides más sucias y ruines para lograr minar nuestra confianza en el único Dios vivo y verdadero.
Son muchos los dardos que envía el enemigo contra nosotros, pero es menester concentramos en once que especialmente se constituyen en la artillería infernal. 1. Tengo miedo, 2. Soy culpable, 3. Me Odio a mí mismo, 4. Yo creo pero..., 5. Me siento cansado, 6. Lo tengo todo, 7. Ese no soy yo, 8. No puedo ver, 9. Aun me duele, 10. No sé qué hacer, 11. Conmigo me basta.
A continuación estudiaremos uno a uno estos once dardos.
1. Tengo Miedo
El temor es uno de los dardos que con más frecuencia utiliza el enemigo. El temor no tiene distinción de género, social o económico. Ataca sin contemplaciones de ningún tipo y se constituye en la batería d
e infantería con la cual el enemigo busca debilitar y diezmar nuestras fuerzas para luego enviar la caballería y así lograr su victoria.
"Temo arriesgarme", "Me da miedo soñar", "me aterroriza ser o hacer", "no puedo", "ya no hay tiempo", "ya soy viejo", etc.
El temor siendo el primer golpe que asesta el enemigo, su efecto es como el de una granada de fragmentación, cuyas esquirlas se clavan en nuestra humanidad causando grandes y graves estragos como:
a) Impide confiar y creer b) Paraliza c) Intensifica los recuerdos dolorosos d) Engendra desesperación e) Genera incertidumbre respecto del futuro f) Crea disgusto del presente g) Vela u oculta las bendiciones
La Palabra de Dios en el libro de Isaías nos dice que podemos confiar y creer en un Dios que no va a permitir que perdamos el verdadero tesoro que Él tiene para nosotros.
Debemos tener claro que Dios utilizará nuestras dificultades para hacernos crecer y bendecirnos.
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)
Cuando sientas que la saeta del miedo se te clava y todo en rededor se torna gris y sin esperanza, respira profundamente, escucha atentamente las palabras que Dios tiene para ti, y recuerda que estás en las amorosas manos del Señor y todo estará bien.