“Noé hizo todo de acuerdo con lo que el SEÑOR le había mandado. Tenía Noé seiscientos años de edad cuando las aguas del diluvio inundaron la tierra. Entonces entró en el arca junto con sus hijos, su esposa y sus nueras, para salvarse de las aguas del diluvio. De los animales puros e impuros, de las aves y de todos los seres que se arrastran por el suelo, entraron con Noé por parejas, el macho y su hembra, tal como Dios se lo había mandado.” Génesis 7:5-11 NVI
Es frecuente que hombres y mujeres libremos una constante y titánica lucha con el tiempo. Día a día nos levantamos esperando que por fin ese sea nuestro día, el día en que nuestros sueños más elaborados se vean cumplidos. Trabajamos con tesón, estudiamos, nos esforzamos, hacemos grandes sacrificios esperando grandes recompensas, trasnochamos, y al final, nada. No con esto quiero decir que no se consiga nada, que no se logre el éxito (por lo menos bajo los estándares del mundo) o que no se alcancen los objetivos trazados. Me refiero a ese gran y profundo vacío que sentimos en nuestras vidas cuando hemos llegado a la cota máxima de la curva de nuestra existencia, sea cual sea la circunstancia que nos rodea.
Llega un momento de la vida cuando sentimos la necesidad de Dios y empezamos una búsqueda casi desesperada por encontrarle, entenderle y conocerle. Nuestro primer pensamiento cuando empezamos nuestra travesía por los caminos de Dios es que todo irá bien, pero Dios nunca dijo que sería fácil hacer su voluntad[1] de hecho Jesús dijo “(…) –Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” Mateo 16:24 NVI, pero también nos dice que todo lo dispone para nuestro bien, para los que lo amamos (Romanos 8:28 NVI).
Tenemos un hermosa y grande promesa como hijos suyos que somos y eso debe ser suficiente garantía para pasar nuestro desierto bajo estricta disciplina y obediencia a Dios, “Pero a ustedes les digo: Poseerán la tierra que perteneció a esas naciones, tierra donde abundan la leche y la miel. Yo mismo se la daré a ustedes como herencia. »Yo soy el SEÑOR su Dios, que los he distinguido entre las demás naciones.” Levítico 20:24 NVI.
Declarar con la boca que Jesús es nuestro señor y creer en el corazón que Dios lo resucitó, nos otorga por gracia el perdón de nuestros pecados y la salvación (Romanos 10:9), pero también trae consigo una serie circunstancias y eventos que es necesario superar en obediencia si queremos lograr la vida nueva y alcanzar nuestra tierra prometida.
Dios nos libera de la esclavitud del mundo y nos lleva por el camino hacia la eternidad “Nuestra esperanza es la vida eterna, la cual Dios, que no miente, ya había prometido antes de la creación” Tito 1:2, pero debemos prepararnos en el desierto siendo pasados por fuego “El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele.” 1 Pedro 1:7.
El proceso que Dios hace en nuestras vidas puede llegar hacer un tanto doloroso, pero la “hierba mala” que se ha arraigado en nuestro corazón necesita ser arrancada. Madame Guyon dijo “El fuego del sufrimiento hace relucir el oro de la consagración” Dios tiene un propósito detrás de cada problema, Él se vale de las circunstancias para desarrollar nuestro carácter[2], son las experiencias las que nos hacen más fuertes, las que consolidan nuestra relación con Dios. Los problemas nos obligan a mirar a Dios y depender de Él más que de nosotros mismos.
Para lograr superar nuestro desierto debemos orar, creer, obedecer y esperar, sobre todo esperar. Es necesario que nos llenemos de paciencia y vayamos al ritmo de Dios “Cada vez que la nube se levantaba de la Tienda, los israelitas se ponían en marcha; y donde la nube se detenía, allí acampaban. Dependiendo de lo que el SEÑOR les indicara, los israelitas se ponían en marcha o acampaban; y todo el tiempo que la nube reposaba sobre el santuario, se quedaban allí. No importaba que se quedara muchos días sobre el santuario; los israelitas obedecían el mandamiento del SEÑOR y no abandonaban el lugar. Lo mismo ocurría cuando la nube reposaba poco tiempo sobre el santuario: cuando el SEÑOR así lo indicaba, los israelitas acampaban o se ponían en marcha. A veces la nube se quedaba una sola noche; pero ya fuera de día o de noche, cuando la nube se levantaba, los israelitas se ponían en marcha. Aunque la nube reposara sobre el santuario un par de días, un mes o más tiempo, los israelitas se quedaban en el campamento y no partían; pero cuando se levantaba, se ponían en marcha. Cuando el SEÑOR así lo indicaba, los israelitas acampaban o se ponían en marcha. Así obedecían el mandamiento del SEÑOR, según lo que el SEÑOR les había dicho por medio de Moisés.” Números 9:17-23.
No nos rindamos, Dios no pondrá más cargas de las que podamos soportar y el mismo nos dará la salida (1 Corintios 10:13), seamos prudentes y apartémonos del mal (Proverbios 23:3), confiemos en los planes que Dios tiene para nosotros (Jeremías 29:11), oremos siempre y demos gracias a Dios en todo momento (1 Tesalonicenses 5:17-18), convenzámonos que para Dios no existen los imposibles (Lucas 18:27), no nos dejemos engañar del enemigo ni caigamos en depresión o preocupación (2 Corintios 4:8-9), busquemos a Dios de corazón (Salmos 119:10), seamos como Cristo (Filipenses 2:5), confiemos en Dios (Salmos 56:3-4), mantengámonos firmes (Salmos 57:7), animémonos unos a otros (Hebreos 3:12-13), y sobre todo tengamos paciencia que Jesús ha vencido al mundo (Juan 16:33) y no olvidemos que el caracol también subió al arca.
[1] Los Negocios y La Biblia, Andrés Panasiuk, Pg. 90
[2] Una Vida con Propósito, Rick Warrent, Pg. 192