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MOTIVACIÓN Y MOTIVO


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“Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Entonces Dios el SEÑOR formó de la tierra toda ave del cielo y todo animal del campo, y se los llevó al hombre para ver qué nombre les pondría. El hombre les puso nombre a todos los seres vivos, y con ese nombre se les conoce. Así el hombre fue poniéndoles nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo. Sin embargo, no se encontró entre ellos la ayuda adecuada para el hombre. Entonces Dios el SEÑOR hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y, mientras éste dormía, le sacó una costilla y le cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el SEÑOR hizo una mujer y se la presentó al hombre,” - Génesis 2:18-22 (Subrayado fuera de texto)

Uno de los errores semánticos en los que caemos frecuentemente es utilizar de manera indistinta los vocablos motivación y motivo, y aún más quienes estamos inmersos en los caminos del Señor. Incluso, cuando no los utilizamos indistintamente, solemos confundirlos. Es claro que el cristianismos no es una religión sino una relación, es una forma de vida, en donde el eje central de nuestra vidas en Cristo Jesús (Quien es el Padre, Hijo y Espíritu Santo). Al ser nosotros Cristocéntricos, hacemos del Señor nuestro principio y nuestro fin, el alfa y omega, nuestro ahora y nuestro siempre, nuestro motivo y nuestro propósito “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin.” – Apocalipsis 22:13.

Cuando nos referimos al Señor como nuestro centro, hacemos referencia a que Él es la causa de todo lo que sentimos, pensamos, decimos y/o hacemos, nuestra razón de ser, el propósito de nuestra vida. Él y solo Él debe ser nuestro motivo.

Ahora bien, ¿qué significa motivo? De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) la palabra Motivo proviene del latín motīvus, que es relativo al movimiento, la define como “Que mueve o tiene eficacia o virtud para mover”, “Causa o razón que mueve para algo”. Así pues, Dios es quien nos mueve, y debe ser la causa o la razón de todo en nuestra vida. Nuestro motivo.

Al ser Dios el centro de nuestra existencia debemos tener claro y creer que de Él todo proviene. Jesús es nuestro sustentador, proveedor, consolador, motor, el motivador de nuestra vida. Lo demás del mundo es. “»Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” – Juan 15:5.

Por otra parte, motivador, según el DRAE, es quien motiva o da motivación, entendiendo por motivar “Dar causa o motivo para algo”, “Disponer del ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo”, y por motivación “Ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia”

Nótese que el significado de “motivar” inicia con el verbo “dar”, lo que nos muestra que un tercero nos provee del motivo para hacer algo, pero no es el motivo en sí. Entonces, si bien Dios nuestro Señor es el motivo de nuestra existencia y Él se rebela así mismo a quienes los buscan de corazón “Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar —afirma el SEÑOR—, y los haré volver del cautiverio.” – Jeremías 29:13, no necesariamente es el único motivador o dador de ese motivo.

La Palabra de Dios es nuestro motivador por excelencia, pues en ella encontramos refugio, consuelo, alivio, paz, esperanza, etc., cualquier otra cosa es del mundo (PNL, El Secreto, 90/10, Pensamiento Positivo, etc.) y nos desvía de Dios, pues son prácticas que nos vuelven ego o antropocéntricos, y nos engañan con la idea de que solo en nuestras propias fuerza podremos lograr cumplir nuestro propósito “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí. »Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se les concederá.” – Juan 15:4-8.

Sin embargo, Dios también nos enseña a través de su Palabra que debemos preocuparos por nuestros hermanos en la fe, y por aquellos que no han rendido sus vidas al Señor, animándonos unos a otros infundiéndonos vigor, energía moral, movimiento, fortaleza, enseñándonos o recordándonos quién es nuestro motivo, quién es nuestro Señor, que todo lo podemos en Cristo “»Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos.” - Lucas 22:31-32. No olvidemos las palabras de Pablo a la iglesia de Tesalónica en donde nos exhorta a que nos animemos unos a otros, nos enseñemos la Palabra de sabiduría que Dios nos ha regalado, a que estimemos (consideremos) el buen y arduo trabajo de nuestros hermanos, que tratemos con respeto a quienes llaman nuestra atención y nos prestan su guía. Si la Palabra de Dios misma nos enseña que debemos amonestar a los holgazanes, así mismo debemos también reconocer y motivar el trabajo del diligente, del trabajador, del activo.

Finalmente, es menester entender que Dios nuestro Señor es nuestro único MOTIVO, y siendo Él nuestro principal MOTIVADOR, nos ordena en su Palabra que seamos MOTIVACIÓN para otros “Siempre doy gracias a mi Dios al recordarte en mis oraciones, porque tengo noticias de tu amor y tu fidelidad hacia el Señor Jesús y hacia todos los creyentes. Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo mediante el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos. Hermano, tu amor me ha alegrado y animado mucho porque has reconfortado el corazón de los santos. (…) Sí, hermano, ¡que reciba yo de ti algún beneficio en el Señor! Reconforta mi corazón en Cristo.” Filemón 1:4-7;20

“Por eso, anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo., les pedimos que sean considerados con los que trabajan arduamente entre ustedes, y los guían y amonestan en el Señor. Ténganlos en alta estima, y ámenlos por el trabajo que hacen. Vivan en paz unos con otros. Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos. Asegúrense de que nadie pague mal por mal; más bien, esfuércense siempre por hacer el bien, no sólo entre ustedes sino a todos. Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. No apaguen el Espíritu, no desprecien las profecías, sométanlo todo a prueba, aférrense a lo bueno, eviten toda clase de mal. Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará. Hermanos, oren también por nosotros. Saluden a todos los hermanos con un beso santo.” - 1 Tesalonicenses 5:11-26


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